jueves, 4 de junio de 2020

El ateneo de la juventud

El "Ateneo de la Juventud" se fundó el 28 de octubre de 1909. En nuestro país, su último aniversario pasó extrañamente desapercibido en los medios culturales ya que se menospreció tanto su significado como el hecho de que esta organización hubiera estado integrada por un grupo de jóvenes que, caminando los años, se convertirían en algunos de los más importantes filósofos, intelectuales y creadores del siglo XX. Basta mencionar a Antonio Caso (1883-1946); José Vasconcelos (1882-1959); Alfonso Reyes (1889-1959); Pedro Henríquez Ureña (dominicano insigne, 1884-1946); Isidro Fabela; Julio Torri; Diego Rivera, Manuel M. Ponce, Martín Luis Guzmán, Julián Carrillo, Nemesio García Naranjo, Montenegro y muchos otros. Todos ellos tendrían por entonces un promedio de 25 años.
Algunos de los miembros de El Ateneo participaron en la Revista Moderna de México así como en la revista Savia Moderna, fundada en 1906 y dirigida por Alfonso Cravioto y en donde ya figuraban Antonio Caso, Alfonso Reyes y Nemesio García Naranjo, entre otros. Esta revista duró sólo cinco números.
El dominicano Pedro Henríquez Ureña llegó a Veracruz en enero de 1906 y posteriormente se trasladó a la Ciudad de México al obtener un trabajo en el periódico El Imparcial, y el año siguiente, en "El Diario", gracias al apoyo de su hermano Max que había llegado anteriormente a México. Henríquez Ureña era, tal vez, el más preparado de los jóvenes del Ateneo ya que tenía un conocimiento actualizado de las corrientes filosóficas y literarias de Europa en aquel tiempo. Había estado en Nueva York en 1901 (su padre había sido ministro de Relaciones exteriores de la República Dominicana) y en 1904 viajó a Cuba con la familia, en donde publicó su libro Ensayos críticos. En nuestro país adquirió un importante papel tanto en El Ateneo como en la vida cultural mexicana. Recordemos que Justo Sierra lo llamó a colaborar en las ediciones del primer centenario de la Independencia y posteriormente, cuando Vasconcelos fundó la Secretaría de Educación Pública, fue de nuevo invitado por este último para colaborar en la edición de la famosa serie de libros clásicos para la educación popular. Henríquez Ureña, además, se casó con una hermana de Vicente Lombardo Toledano y por tanto, emparentó con uno de los más destacados dirigentes políticos de aquellos momentos. Posteriormente residiría en Argentina tras un breve y frustrante período en su patria de origen. Menciono lo anterior porque Henríquez Ureña constituyó una figura clave del Ateneo y de su posterior labor cultural. En este sentido, Susana Quintanilla en su libro Nosotros. La juventud del Ateneo de México menciona que Pedro Henríquez Ureña pidió a su padre que le enviara obras clásicas y éste le remite los Greek Studies. A Series of Essays (1895) de Walter Horacio Pater. Algunos de los ensayos fueron dados a conocer en la Revista Moderna. De igual manera, Henríquez promueve la publicación del Ariel de Rodó que fuera financiado por el general Bernardo Reyes, gracias a la mediación de su amigo Alfonso Reyes. Junto a Henríquez podemos mencionar a Rubén Valenti, quien menciona por primera vez a Boutroux, Bergson, Poincaré, James y Papini. Estos autores son algunos de los más importantes filósofos que realizarán la crítica al positivismo clásico e influirán en la joven generación.
Otro antecedente del Ateneo de la Juventud fue también la fundación de la Sociedad de Conferencias y Conciertos dirigida por Jesús T. Acevedo y que del 29 de mayo al 7 de agosto de 1907, organizó actividades en las que participó Antonio Caso quien eligió como temas de sus conferencias a John Stuart Mill, Nietzsche y Stirner.1
Y finalmente, como parte del clima político e ideológico que se vivía en aquellos años, nos referiremos a la publicación, a partir del 10 de enero de 1908 en el periódico El Tiempo, del ensayo de Francisco Vázquez Gómez, médico cercano a Porfirio Díaz, titulado: "La enseñanza secundaria o Preparatoria en el Distrito Federal" en donde lanza un fuerte ataque al positivismo y en especial a Gabino Barreda, recuperando las críticas de los conservadores como era la de que se estaba corrompiendo a la juventud al no permitir la enseñanza religiosa. Este hecho es interesante ya que nos permite ofrecer una primera prueba de que no es cierta la afirmación muy generalizada de que el positivismo era la "filosofía oficial del porfiriato". A nuestro juicio, al dictador no le interesaba la filosofía aunque sí las consecuencias de las luchas políticas, así que, fiel a su estilo, alentaba la polémica entre las dos partes. El primero que responde a Vázquez Gómez es Porfirio Parra en El Imparcial (periódico en donde se había publicado, en diciembre de 1907, la famosa entrevista Creelman-Díaz en la que el dictador había declarado que México estaba listo para la democracia). Aquella polémica provoca la realización de varios actos en defensa de Gabino Barreda el día 22 de marzo de 1908: uno en la Escuela Nacional Preparatoria en San Ildefonso; otro en el Teatro Virginia Fábregas y uno más en el Teatro Arbeu. A este último asistirá Porfirio Díaz pero lo interesante es que Justo Sierra hace una fuerte defensa de Barreda aunque también aprovecha la oportunidad para dirigir una amplia crítica del positivismo comteano.2
Aquí avanzaré mi tesis sobre la función del positivismo y su crítica; a mi juicio, Gabino Barreda encontró en Comte la clave de la interpretación filosófica de la historia mexicana pero también de la orientación de la enseñanza a partir del momento en que los liberales finalmente toman el poder en 1867, con Benito Juárez a la cabeza. Se trata, nada menos que de un cambio de paradigma de la educación religiosa a la científica. Ahora bien, Barreda no copia a pie juntillas a Comte sino que introduce una serie de cambios importantes. Entre ellos, considera, dicho en forma sintética, que debe haber un orden después del desorden del siglo XIX; un progreso mediante la modernización e industrialización del país pero también indica la necesidad de mantener la libertad de expresión política y de organización. Esta última es la que se suprimirá en la medida en que Díaz va imponiendo su dominio. La concepción positivista comteana empieza a decaer por su rigidez dogmática y su incapacidad para modificarse a partir de los nuevos desarrollos de la ciencia. Fue por ello que el paradigma positivista evoluciona con las contribuciones de Spencer y Darwin. Algunos de los que adoptan las concepciones de Spencer fueron Justo Sierra, Porfirio Parra y Ezequiel A. Chávez, entre otros, ocasionando una contradicción al interior del paradigma positivista, con los comteanos ortodoxos como lo fueron Agustín Aragón y Horacio Barreda (hijo de Gabino) quienes al principio del siglo habían empezado a publicar la Revista Positiva3 Pero al mismo tiempo, como ocurre con otras concepciones filosóficas que pasan a formar parte de la ideología legitimadora del poder, se degenera y pervierte. Es por ello que cuando se habla de "los científicos" (quienes se incorporaron al gobierno en 1892) no estamos aludiendo a los positivistas propiamente dichos, sino a aquellos que hacen suya una "ideología cientificista" para justificar su dominio y su interés por ser los herederos del poder de Díaz. Aquí coincido con la tesis sostenida por Raat en su crítica al estudio clásico de Zea, El positivismo en México, en la que considera que los integrantes del grupo que el pueblo llamaba "los científicos" no eran, en sentido estricto, positivistas; sin embargo, por mi lado considero que hay que hacer la excepción de Justo Sierra, quien fue un notable historiador e intelectual que estuvo interesado más en la educación y en la cultura que en la manipulación de los caciques que poblaban el país. Recordemos que Sierra es nombrado por Díaz ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1905. Por todo lo anterior, la coyuntura del homenaje a Gabino Barreda es aprovechada por Sierra para mantener su crítica a los conservadores pero también para tratar de avanzar hacia una nueva concepción paradigmática que ya asomaba en el panorama internacional (el relativismo y el espiritualismo) pero que no lograba su apropiación creativa en nuestro país. Todo esto, en medio de la crisis del porfiriato y a dos años de que estallara la Revolución.
En lo que se refiere a los compromisos políticos que tenían los ateneístas, la situación era la siguiente: Alfonso Reyes era hijo del gobernador de Nuevo León y luego ministro de guerra del porfirismo; Pedro Henríquez Ureña era hijo de un ministro que cayó en desgracia; Antonio Caso era uno de los discípulos predilectos de Justo Sierra y por tal motivo, participa en el "Club Reeleccionista" y se le nombra director del periódico La Reelección. José Vasconcelos no tiene al principio una participación protagónica en El Ateneo debido a que se había unido al maderismo y por tanto se encuentra en la oposición al formar parte del Club Anti-reeleccionista y ser director de su periódico. Lo que quiero decir es que El Ateneo no fue, como pudiera pretenderse, una organización independiente sino alentada oficialmente por Sierra. Cuando Díaz cae, es decir, cuando las relaciones de poder se empiezan a modificar, Vasconcelos es nombrado, sintomáticamente, presidente de El Ateneo, en noviembre de 1911.
Pero retrocedamos un poco. A finales de siglo la crisis del paradigma positivista es manifiesta y fue por ello que Sierra propició un ajuste de cuentas con el pasado. Uno de los intelectuales que iniciaron esta labor fue Antonio Caso, quien impartió del 25 de junio al 13 de agosto de 1909 una serie de conferencias sobre la historia del positivismo en el salón "El Generalito" de San Ildefonso presididas por Justo Sierra y Porfirio Parra. Sobre las primeras conferencias, Henríquez Ureña publicó una reseña crítica muy rigurosa y que hoy puede todavía leerse con provecho.
En 1910 se celebra el centenario de la independencia. El Ateneo organiza una serie de conferencias entre agosto y septiembre de 1910 en la Escuela de Jurisprudencia. Los autores y temas son: Caso, "La filosofía moral de don Eugenio M. de Hostos"; Reyes, "Los Poemas rústicos de Manuel José Othón"; "La obra de José Enrique Rodó" por Henríquez Ureña; "El pensador Mexicano y su tiempo" por Carlos González Peña; "Sor Juana Inés de la Cruz" por José Escofet y "Don Gabino Barreda y las ideas contemporáneas" por José Vasconcelos, el 12 de septiembre de 1910. En ellas se propone una concepción opuesta al positivismo: el espiritualismo y el intuicionismo. Frente a Comte oponen a Nietzsche, Schopenhauer, Ibsen, Wagner, Bergson, es decir, en su mayor parte, pensadores y autores románticos.
El 22 de septiembre de 1910 se inaugura la Universidad Nacional de México. En esa ocasión Sierra pronuncia un nuevo discurso en el que aboga por la importancia de la filosofía como tal y después de mencionar que se estudiarán a educadores sociales como Víctor Hugo, Juárez, Lincoln, Garibaldi, Sarmiento y muchos otros entre los que incluye a Carlos Marx (¡) pero no menciona a Comte (¡), añade que "una figura de implorante vaga hace tiempo en derredor de los templa serena de nuestra enseñanza oficial: la filosofía; nada más respetable ni más bello".4
Continuando con los aspectos históricos que rodean al Ateneo, se llevan a cabo, como se sabe, unas elecciones fraudulentas; Madero es encarcelado y luego huye a San Antonio, Texas, desde donde lanza su manifiesto para que la Revolución estalle, el 20 de noviembre a las 5 de la tarde.
El 24 de marzo de 1911 renuncian los ministros de Díaz para permitir que éste efectúe una re-organización del gabinete. Díaz, en forma injusta, porque había hecho un trabajo educativo y cultural irreprochable, no renueva a Justo Sierra. El 7 de mayo Díaz suspende negociaciones con la oposición y el 10 de mayo las fuerzas revolucionarias toman Ciudad Juárez. Este es, para Díaz, el signo de que todo está perdido y por tanto, negocia su renuncia a la Presidencia de la República. Francisco Vázquez Gómez es nombrado Presidente interino y Francisco Léon de la Barra, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes. El 7 de junio llega Madero a México.
En agosto de 1911 se forma el Partido Constitucional Progresista que tiene como partidarios a Vasconcelos, Cravioto, Fabela, Castillo Ledón y Martín Luis Guzmán, entre otros. Como es lógico, el movimiento maderista y el fin del régimen porfiriano, divide ideológica y políticamente a los ateneístas pero también, como hemos escrito más arriba, implica un cambio de orientación. Fernando Curiel, en su libro La Revuelta, dice que "la nave del Ateneo empieza a navegar en aguas maderistas".
Un año después, el 25 de septiembre de 1912, se nombra Presidente del Ateneo a Enrique González Martínez y se transforma en El Ateneo de México, una de cuyas iniciativas fue la fundación, el 3 de diciembre de 1912, de la Universidad Popular Mexicana cuyo primer rector fue Alberto J. Pani y sus colaboradores cercanos Alfonso Pruneda y Martín Luis Guzmán. Esta organización dura hasta 1922. El Ateneo se desintegra en 1923.

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